Por Paula Carmona (Estudiante Projazz)
El sábado 24 de Abril se realizó gratuitamente en Projazz el Taller de Introducción al Canto Sagrado Afro-Americano dirigido por Audrey Pernell yAndrés Zará. Fue una experiencia vivencial, desde el cuerpo en movimiento, la relación con el espacio y el grupo. Conectarse con la caminata, la respiración rítmica, el contacto grupal desde la mirada, el gesto, la confianza, el encuentro lúdico, para sacar desde ahí la voz, pues la voz es en el cuerpo. Los facilitadores fueron cuidadosos en respetar los ritmos y la voluntad de cada participante, “pues nadie está obligado a hacer un ejercicio si no lo quiere hacer”, quizá en esa acción de “Permitir” estaba lo sagrado.
En realidad nadie dejó de realizar alguna vivencia, en cambio, hubo momentos de desbordante riesgo en la entrega de algunos. El espacio sagrado, como decía Audrey, tiene que ver con una actitud de respeto, ser un cuerpo presente aunque no estés en “escena”, si estás mirando un ejercicio también estás atento. Y el silencio es el espacio sagrado también, ningún ejercicio debe ser comentado, el hacer llega, así como la melodía llega simplemente -cuando uno lo permite-, como si tomara vida propia, decía Andrés.
Comenzamos a cantar los spirituals, cantos afro americanos. La ronda siempre ha sido una cadena de unidad ritual y ahí se traspasa la información sin puntos de fuga. Audrey al centro canta la melodía y cuenta la historia de su letra.
“Wade in the water” habla de cuando los negros esclavos escapaban a los estados del norte de Estados Unidos, donde podían optar a mayor libertad. Tenían rutas secretas por donde ir, y las personas aliadas que no estaban de acuerdo con la esclavitud ponían velas en sus ventanas para decir que esa casa era un lugar seguro para refugiarse. Este spiritual habla de andar por el agua para no ser rastreado por los perros: “It chills the body, but not the soul” (siente frío el cuerpo pero no el alma), dice la letra.
Los negros siempre cantaron, era parte de sus vidas mientras trabajaban, y por las noches cuando se encontraban -en reuniones clandestinas pues no les estaba permitido hablar entre ellos, ni hablar su lengua natal-, cantaban como forma de liberación del dolor. El acto de la “Rendición”, dice Audrey, es el momento en que entregas tu sufrimiento, te entregas, y de esta forma te haces cargo de ti mismo.
Luego nos desplazamos por la sala cantando las canciones, cantándoselas a los demás como si nosotros fuéramos aquellos que se escondían en el agua. Así con varias otras como “Go down moses” o “Nobody knows the trouble I've seen” recreando el origen de estos cantos religiosos protestantes, en las que muchas de sus letras son como sacadas de la Biblia.
Cuatro horas de canto, juego, ronda y adrenalina fue una inyección de expresividad para los que asistimos, sin necesidad de pertenecer al canto, o al teatro. Cada uno con su cuerpo y su voz fuimos capaces de experimentar la emoción de la música, desde su historia y su sentido originario, el que nos transportó a cantar con propiedad, y a entregar cada uno su voz sagrada confiando en el grupo. Andrés decía que el verdadero trabajo está en proteger, contener al otro, más que en mi propia capacidad de expresión. Es mucho más difícil cuidar que otro no se golpee que entrar en estado de descontrol.
Aunque es difícil transmitir lo vivenciado aquel día, vale la pena invitarlos a que participen cuando Audrey regrese de Estados Unidos, si es que se vuelve a generar esta instancia. Gracias por lo evocado aquella jornada.
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