Por Paula Carmona (Estudiante Projazz)
Cuando un bebé llora a gritos o cuando un perro ladra toda la noche, nunca quedan disfónicos. Quizá el cuerpo del bebé y el cuerpo del perro SON la voz. El bebé todavía no separa su voz de su cuerpo de su respiración de su mente, como funciones distintas, él tan solo es orgánico (sus fuerzas están organizadas). Ya cuando comiencen a decirle “¡No te rías tan fuerte!” o “¡Quédate quieto!”, comenzará a detener sus impulsos, y entonces quedará disociado. Espero que este no haya sido tu caso.
Afortunados quienes crecieron en un ambiente favorable a la expresión, realmente afortunados, pues ahí están los cimientos de cómo nos relacionaremos con nosotros mismos y con el mundo. Es curioso que después de décadas enteras, cuando ya sabemos “todo” acerca de las ciencias, la tecnología y las normas para ser una persona normal aceptable y razonable, nos tengan que volver enseñar a respirar, y si nos paramos sobre los dos pies seguramente no tendremos conciencia de cómo es nuestra postura. ¿En qué momento el hombre dejó de convivir con su cuerpo? Nuestra cultura es la cultura del olvido, el olvido de nuestros instintos. A nuestra sociedad le aterran los instintos.
“El mito del Minotauro y el laberinto, en el que el Minotauro es un arquetipo de nuestros instintos y el laberinto es el laberinto de nuestra existencia. Cada uno de nosotros tiene un Minotauro, casi siempre oprimido (los instintos, lo salvaje). Y tenemos un laberinto existencial -tomar opciones, estar perdidos- y llevamos dentro nuestro minotauro al que le tenemos terror, como le temían los griegos al minotauro; había que matar al minotauro, a la bestia salvaje, que es una forma inicial de represión.” (Rolando Toro)
Entonces el contacto nos asusta, las miradas nos intimidan, sentir un abrazo nos da pudor. Y de esta forma ¿Cómo podremos generar formas de expresión musical o de lo que sea? Si la voz, o el movimiento están encadenados. Las emociones no están en nuestros pensamientos, están en nuestra biología. Por lo que un cuerpo tenso, bloqueado, no permitirá proyectar lo que siente.
La técnica nos ayudará a fortalecer el sonido y la agilidad, pero no llenará esas cualidades.
Permitirse sentir es mirar a los ojos al minotauro, permitirse el dolor como la alegría o la rabia (sin tener que violentar a otro) podría ser el primer paso para encontrar la propia voz, la identidad del sonido.
Permítanme -a propósito de permitirse-, citar a tres sicólogos refiriéndose al cuerpo desde tres puntos de vista:
“El yo deriva esencialmente de sensaciones corporales, sobre todo de aquellas que brotan de la superficie del cuerpo. Él puede, de este modo, ser entendido como una proyección mental de la superficie del cuerpo.” Sigmund Freud, 1923
“Si pudiéramos reconciliarnos con la misteriosa verdad de que el espíritu está en el cuerpo vivo y que el cuerpo es una manifestación externa del espíritu vivo, siendo los dos en verdad uno solo, entonces podremos entender por qué la tentativa de trascender el actual nivel de conciencia debe pagar su tributo al cuerpo. Veremos también que la creencia en el cuerpo no tolera una perspectiva que lo niegue.” Carl Jung, 1928
“La neurosis no es apenas una expresión de un disturbio del equilibrio psíquico, mas en un sentido mucho más verdadero y profundo, es también una expresión de un disturbio crónico del equilibrio vegetativo y de la motilidad natural.” Wilhelm Reich, 1937
Uno desde el sentir, otro desde el trascender y el otro desde la vitalidad. En todo caso, desde la terminología que prefieras, el lenguaje es solo una trampa. Lo cierto es el cuerpo, este habla y siempre dice la verdad.
notable :)
ResponderEliminarnotable :)
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