*Por Paula Carmona
La Camila Moreno está con toda su fuerza puesta en el canto. El día del lanzamiento de su primer disco “almismotiempo” fui a verla. Antes la había escuchado en Casa Arte Nimiku junto a “Bendita Prudencia”, y en otra ocasión en el living de un departamento, ocasión que me impactó, no sabía que tenía tanta fuerza, nos dejó a todos callados mientras hacía temblar el piso con sus saltos, no sé si rockeros o tribales. El día de su debut – en el que generó bastante expectativa demorándose en salir al escenario, o entrar (como lo quieran ver)-, también nos dejó a todos callados cuando empezó a cantar, hasta me puse nerviosa entre el silencio que se generó de pronto.
Para los que no estuvieron ahí, debo decirles que fue un concierto que definiré como de electrizante emotividad ascendente y original, planeado como un espectáculo en el que nos mantuvieron sorprendidos con cosas nuevas, parecía que no terminaba nunca, con varios finales, como un sueño.
Desde su aparición incógnita detrás de una linterna seguida de muchas linternas de personas incógnitas que luego estallarían en un baile chilote, junto a su banda “Los Disfruto”- cuatro distinguidos músicos, cada uno en su propio estilo de muy genuina procedencia-, y el cuerpo de bailarinas contemporáneas del Arcis, las que embellecieron impecablemente y con mucha sensibilidad el show, sin recargarlo.
Fue también la presentación de su nueva composición “Los tigres de mi sangre”, y luego la aparición de sus artistas invitados, Francisca Valenzuela para cantar “Siempre que hago algo”, y Manuel García con el que cantó “Antes que”, y luego, en intimidad, “Ay” sin amplificación, solo con un cuatro, sentados al borde del escenario y a ojos cerrados por supuesto, maravilloso.
Sentada una fila delante de mí hacia un extremo, estaba una mujer mapuche que a cambio de aplaudir hacía resonar su Kultrún, “Debe ser su maestra de medicina mapuche”, pensé. En este punto del concierto Camila la invita al escenario, la mujer se llama María Queñielen y subió a tocar su kultrún en “De la tierra”, canción que denuncia la muerte de Jaime Mendoza, herido a muerte por las balas de un oficial de carabineros, aún impune. Si la justicia practica la no justicia, el arte practica la denuncia como reacción, y luego los armados castigan en contra reacción (lo hemos visto en nuestra historia), por suerte hoy el castigo no son las armas y se profeta la democracia (dicen), pero “De la tierra” dice lo contrario, al parecer las armas son el talón de Aquiles en toda la historia de la política.
Aquí ya puedo decirles con razón, que con invitados, bailarines, banda y todo, lo más impresionante es lo que Camila transmite cuando canta… lo hace carne, por eso se traga todo el escenario, y por eso todos callan y a uno se le pone la piel de gallina, porque lo que dice su canto lo dice con todo su cuerpo como algo realmente importante para ella, y lo dice desde los intestinos, me da la impresión.
Las sorpresas continuaron con “Pera”, composición para la familia de saxofones y un Tabla, luego siguió con “Un bordado” canción sin forma canción que pasa de una parte a otra como un bordado, para llegar a uno de los clímax de la noche con toda la “Banda Borracha” sobre el escenario cantando “Millones” el single que fue nominado al premio Grammy Latino por mejor canción alternativa. Para el bis Camila entra acompañada de cuatro chicas en polleras, ellas más Camila son “Las Polleritas”, quinteto folklórico con voces ingenuas, cuatro y guitarra, que esta vez interpretaron un ritmo nortino llamado “Negrito”.
El show era un bordado como su canción, que cambiaba de colores y no terminaba, el público ascendió en entusiasmo hasta que, para culminar con todos rebosantes, casi hastiados de digerir tanto sonido, el contrabajista de “Los Disfruto” dirigió a todo el que estuviera presente (dígase músicos, bailarines, iluminadores, civiles…) en una improvisación que los hizo participar a todos para finalizar la fiesta estreno de una cantautora que recién comienza a brillar.
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