25.5.10

Alejandro Silva regresa como profesor a Projazz. “Quiero que los guitarristas chilenos sean todos de exportación”

*Por Paula Carmona, estudiante de Projazz.





Aprovecharé la ocasión de la entrevista para utilizar la imagen simbólica y arquetípica del Mago de los Arcanos mayores del tarot, ya que sin querer, esta carta ha aparecido ante mí como una visión, sin ser yo experta en adivinaciones esotéricas, sí me es reveladora desde el punto de vista del arquetipo y de lo poético en este caso, pues mi entrevistado tiene, para mi imaginería, la doble imagen de un personaje ilusorio, en su campo magnético. El alquimista o mago, es el que transforma el metal en oro, el que tiene en sí mismo los elementos para la purificación y elevación del material en bruto, el que está sujeto a cambios y a la constante renovación. Entonces cuando hablo con él, en realidad para mí, hablo con el Mago.

Tal parece, aunque urbano. Y con las respectivas ansiedades de la urbe fuma su cigarro, mientras le pregunto si acaso está fumando por estrés, a lo que responde “¿has oído el dicho “Todo hombre con barba tiene algo que ocultar”? …” Claro, pienso, detrás de la barba hay un rostro escondido… es el mago, como una luna menguante, con la mitad del rostro ensombrecido.
Alejandro Silva comenzó siendo profesor de Projazz entre 1993 y 1999, aunque estudió ingeniería en sonido, siempre ha llevado la guitarra bajo el brazo y he aquí lo particular de un hombre que se enseñó a sí mismo, e hizo por sus propios medios una carrera artística que muchos admiran. Ahora Alejandro vuelve a dar clases en el diplomado de Rock, Metal y Progresivo del Instituto.

¿Qué cambios percibes en Projazz ahora que regresas 11 años después?

Esta es como la quinta vez que vengo a trabajar, siento que ha crecido, lo que me gusta de ese crecimiento es que algunas personas se han mantenido, hay una cierta sensación de continuidad, de que es la misma gente. Tiene una infraestructura mejor, en un lugar mejor, con carreras ahora. De hecho Projazz siempre se ha mantenido arriba, nunca han dado un pie atrás, siempre han caminado hacia delante.

¿Qué ha pasado profesionalmente contigo en este tiempo?

La verdad, empecé mi carrera profesional siendo profesor de Projazz. Terminé de estudiar, y en vez de trabajar en lo que había estudiado -soy ingeniero en sonido-, decidí sacar un disco, tenía grupos, varias ideas que venía trabajando pero nada profesional. O sea solo trabajaba en el tiempo que me quedaba de las clases, y bueno sigue siendo así, pero en definitiva, saqué un disco estando aquí en Projazz, me fue bien con ese disco y armé una banda para montar ese trabajo en vivo (Alejandro Silva Power cuarteto). Y con eso empezó mi carrera profesional como guitarrista, eso fue hace como once años. Eso es lo que ha pasado conmigo, Antes llagaba como un profesor, ahora llego con una carrera artística paralela.

¿Qué aspiras con tu regreso al Instituto?

Hartas cosas, para mí trabajar en Projazz es volver a la misma gente, están mis amigos acá, conozco prácticamente a todos los profesores, hay alumnos míos haciendo clases. Siento que puedo aportar con un granito de arena a un diplomado que es muy referente a lo que yo hago. Me ofrecieron el trabajo y no pude decir que no.

¿No estudiaste formalmente, verdad?

De hecho el único profe particular fue George Abufhele (Director de Projazz). Yo siempre he dicho que la música lo elige a uno. De chico me gustó. Vengo de una familia bastante católica y tradicional, mis padres son ingenieros, y yo también estudié ingeniería. Estuve tres años dando bote estudiando ingeniería civil, informática. Me gustaba y me sigue gustando, pero llegó el momento en que me di cuenta que si no me dedicaba a la guitarra, o algo que fuese la música, no iba a  ser feliz.

¿Cómo fuiste construyendo tu método de aprendizaje? Ya que todo lo has aprendido por ti solo.

Dando bote, equivocándome. Por ejemplo, entre mis alumnos puede llegar alguien que no sabe nada y en un año y medio puede estar tocando bastante bien con las herramientas que le entrego… yo me demoré ocho… Es que no existía Internet en ese tiempo, y no había mucho material, todos practicábamos con la oreja. Yo ponía un cassette y escuchaba lo que tocaban los compadres y decía “¡Ya! ¿Cómo lo hace?”, trataba de emularlo. Creo que es un tipo de formación que ahora no se da tanto, el ser autodidacta te hace descubrir muchas cosas de cero. Y a pesar que eso implica una pérdida de tiempo gigante, tiempo que ahora probablemente no te puedes dar, te deja un conocimiento, una suerte de sabiduría que te permite ser un buen profesor. Así que ¿cómo lo hice?: escuchando, sacando cosas.

¿Qué crees que fue fundamental en ti que te hizo haber llegado a lograr metas importantes? (Como haber tocado con Steve Vai o Andy Timmons)

La patudez, así de simple, ser barsa, es que yo admiraba mucho a esos tipos, o sea yo me las jugué para tocar con ellos. Me encaminé a conversar con ellos, a conocerlos, y a tocar con ellos y me resultó. No fue gratuito tampoco; me vieron tocar y me invitaron, pero de no conocerlos a que me vieran tocar tuve que insistir. Es patudez en el fondo, no lo haría de nuevo.

¿Cuáles son tus prioridades profesionales hoy en día?

Mi principal preocupación es que el medio en el que existo crezca. Que se acabe el estigma que tiene el estilo que yo hago, de que es fome; muy específico. Siempre estoy tratando de hacer un show que sea lo más entretenido posible, incluso para el que no es especialista, y yo siento que sí lo logramos. A pesar que es una música muy específica, de guitarra, la gente  que no cacha, los papás que llevan a los hijos se entretienen, y quedan con la sensación de “¡oye me gusta!, me gustaría tocar guitarra”. Mi norte está orientado a que la cultura crezca, obviamente aportando en lo que yo puedo, en lo que es mi estilo, que es una burbujita, un pequeño dato de un todo. Y hacer que la gente consuma música, mostrar el material de la gente que graba y se la juega por hacer discos, y hacerlos ir a recitales.

También descentralizar un poco este país, nosotros viajamos harto, vamos harto para el sur, de hecho nos va mejor que acá. Yo creo que hago esto por lo que te dije recién, la música te elige a ti, yo no sé que más podría hacer, no podría trabajar en una oficina, no tengo una opción abierta como para decir “Quiero hacer otra cosa”, o sea tengo, pero igual está relacionada con música.

Creo en un Chile con más arte, con más espacio para la gente que está tratando de hacer cosas nuevas, más tolerante, menos “engrupida” con las cosas que vienen de afuera, con un nivel mucho mayor. Quiero que el día de mañana, en diez años más, los guitarristas chilenos sean todos de exportación, que sean los capos del mundo, y porqué, porque acá se están haciendo cosas para apoyar eso, los tipos tienen ídolos hoy en día, cosa que nosotros, los de mi generación, no tuvimos. Mis influencias fueron externas, en cambio ahora los cabros te pueden ir a ver, en último a mí, pero hay un montón de gente más que ha seguido esa estela que uno va dejando al hacer arte. Y no sé, a veces hay cabros de once años en los recitales, con las medias pepas, no pueden creer lo que están viendo, entonces esa impresión que tú logras en ellos, a los que tienen la inquietud, la inclinación, los va a hacer ser músicos o aportar en su propia forma, yo siempre digo: “ustedes tienen que ser mejores que nosotros”.
Me interesa seguir haciendo música, pero música nacional, no me interesa irme a hacer carrera Francia, yo quiero hacerlo acá.
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2.5.10

Voces Sagradas


Por Paula Carmona (Estudiante Projazz)

El sábado 24 de Abril se realizó gratuitamente en Projazz el Taller de Introducción al Canto Sagrado Afro-Americano dirigido por Audrey Pernell yAndrés Zará. Fue una experiencia vivencial, desde el cuerpo en movimiento, la relación con el espacio y el grupo. Conectarse con la caminata, la respiración rítmica, el contacto grupal desde la mirada, el gesto, la confianza, el encuentro lúdico, para sacar desde ahí la voz, pues la voz es en el cuerpo. Los facilitadores fueron cuidadosos en respetar los ritmos y la voluntad de cada participante, “pues nadie está obligado a hacer un ejercicio si no lo quiere hacer”, quizá en esa acción de “Permitir” estaba lo sagrado.

En realidad nadie dejó de realizar alguna vivencia, en cambio, hubo momentos de desbordante riesgo en la entrega de algunos. El espacio sagrado, como decía Audrey, tiene que ver con una actitud de respeto, ser un cuerpo presente aunque no estés en “escena”, si estás mirando un ejercicio también estás atento. Y el silencio es el espacio sagrado también, ningún ejercicio debe ser comentado, el hacer llega, así como la melodía llega simplemente -cuando uno lo permite-, como si tomara vida propia, decía Andrés.


Comenzamos a cantar los spirituals, cantos afro americanos. La ronda siempre ha sido una cadena de unidad ritual y ahí se traspasa la información sin puntos de fuga. Audrey al centro canta la melodía y cuenta la historia de su letra.

“Wade in the water” habla de cuando los negros esclavos escapaban a los estados del norte de Estados Unidos, donde podían optar a mayor libertad. Tenían rutas secretas por donde ir, y las personas aliadas que no estaban de acuerdo con la esclavitud ponían velas en sus ventanas para decir que esa casa era un lugar seguro para refugiarse. Este spiritual habla de andar por el agua para no ser rastreado por los perros: “It chills the body, but not the soul” (siente frío el cuerpo pero no el alma)dice la letra.

Los negros siempre cantaron, era parte de sus vidas mientras trabajaban, y por las noches cuando se encontraban -en reuniones clandestinas pues no les estaba permitido hablar entre ellos, ni hablar su lengua natal-, cantaban como forma de liberación del dolor. El acto de la “Rendición”, dice Audrey, es el momento en que entregas tu sufrimiento, te entregas, y de esta forma te haces cargo de ti mismo.


Luego nos desplazamos por la sala cantando las canciones, cantándoselas a los demás como si nosotros fuéramos aquellos que se escondían en el agua. Así con varias otras como “Go down moses” o “Nobody knows the trouble I've seen” recreando el origen de estos cantos religiosos protestantes, en las que muchas de sus letras son como sacadas de la Biblia.

Cuatro horas de canto, juego, ronda y adrenalina fue una inyección de expresividad para los que asistimos, sin necesidad de pertenecer al canto, o al teatro. Cada uno con su cuerpo y su voz fuimos capaces de experimentar la emoción de la música, desde su historia y su sentido originario, el que nos transportó a cantar con propiedad, y a entregar cada uno su voz sagrada confiando en el grupo. Andrés decía que el verdadero trabajo está en proteger, contener al otro, más que en mi propia capacidad de expresión. Es mucho más difícil cuidar que otro no se golpee que entrar en estado de descontrol.

Aunque es difícil transmitir lo vivenciado aquel día, vale la pena invitarlos a que participen cuando Audrey regrese de Estados Unidos, si es que se vuelve a generar esta instancia. Gracias por lo evocado aquella jornada.

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